Hoy amo entre los amos del aire…

Publicado originalmente para RBMA Radio Panamérika el 9 de febrero de 2012.

A Luis Alberto Spinetta (1950-2012).

Bogotá, 1998. Yo ya llevaba tres años haciendo esos «hallazgos». Entre casetes y CD que llegaban a casa aparecían las estrellas del rock argentino. Y por allí se filtraba el nombre de un desconocido cuya voz y guitarra aparecía por ahí, entre los guiños que un Charly, un Fito o unos Illya Kuryaki hacían a modo de reverencia. Amigo, padre o maestro, al sonido de las mañanas llegaba a robarles el brillo un tal Luis Alberto Spinetta. Algo grande habrá hecho y sido, algo grande que se hacía sentir en esos cameos que escuchaba por accidente. En una indómita luz, en este sol que ayer pareció tan extraño. Quiero ver tu foto en los diarios…

Suena: «Peluca telefónica».

Bogotá, 2004. Por fin iluminaron la vidriera de tu amor… tu corazón no te mentiría. Casi lloro, los diez años de Rock al Parque no podían celebrarse mejor. La noche del segundo día estaba a cargo de un ilustre conocido: Luis Alberto Spinetta en el escenario de la plaza. Inusualmente despejado para un concierto de cierre, el parque se estaba desocupando. Unos lo hacían por la tentación soñada de ir a ver al lado los Skatalites, otros por desconocer al que subiría pronto, otros por el desdén fundamentalista que tantas veces ha contagiado al gran festival. Buena noticia, podíamos acercarnos más, podíamos tener más cerca a aquel cuyo concierto esperábamos por años, a aquel ya bien conocido pescado rabioso, a aquel cuya música aunque a medias y entre descargas gratis, nos llegaba. Hace mucho tiempo, comés lo que yo di…

Suena: «Buenos Aires, alma de piedra»

México, 2008. Nadie viene hasta aquí a cebarme unos amargos como en mi viejo umbral ¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango? ¿Por qué habré venido hasta aquí? Los versos de esa sublime canción de Invisible sonaban tan propios como duros. Pero hay que sentar cabeza, hay que quedarse, hay que crecer y dejarse querer por el nuevo espacio. Hay que enamorarse de nuevas fotos y banderines para poner sobre el comando. Mientras, Spinetta aparecería una noche en un bar de Polanco. Allá llegamos con nuevos y caros amigos a registrar el toque en unos videos dañados por nuestras fanáticas y destempladas voces. Pero qué gran y grata coincidencia de la vida, justo que pensaba en vos…

Suena: «Cementerio Club».

La incertibumbre, 2012. Como sorpresa y haciéndolo púbico por la presión, en diciembre se informó lo trágico: Spinetta tiene cáncer. Antes que el oprtunismo y la necrofilia mediática se acuerde de él, es justo recordarlo. Nunca será lo ideal, pero así somos a la hora de homenajear al que lo merece. Honrémoslo en vida y escribámosle un post no para recordar al que se fue, hagámoslo para señalar por qué aquel merece tanto que le enviemos nuestra fuerza. Y entonces rezamos y se nos dijo que salía del hospital. Como a niños aún esperanzados frente a lo inevitable, no entendimos que salía desahuciado. Se nos dijo que ayer murió, incluso lo dicen medios que en vida jamás se interesaron en programar sus canciones. Total, no los necesitamos nunca. Y menos él, él que que es hoy amo entre los amos del aire. Él que hoy ya se está volviendo canción…

Suena: «Barro, tal vez».

Hasta pronto Maestro, nos vemos donde siempre. Sólo déjeme ponerme los audífonos y darle play a su guitarra.

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