Publicado originalmente en RBMA Radio Panamérika el 29 de abril de 2011
Esta semana en la ciudad de Valledupar se celebra una nueva edición del Festival de la Leyenda Vallenata, uno de los grandes eventos del folclor colombiano. Desde 1968 este festival difunde un movimiento que es hijo de las tonadas campesinas y la tradición oral (mismas fuentes donde nació la cumbia). El evento ha sido una de las piedras angulares que hicieron del vallenato el género musical más escuchado del país, popularidad expandida en los últimos veinte años a países como Venezuela, Ecuador y México.
Estamos en los valles del Cesar y el sur de la Guajira, cercanos al mar Caribe. La historia toda se remonta al siglo XIX, cuando la tradición campesina formada en los cantos de vaquería creó a los juglares. La estructura de las canciones que acompañaban las faenas de las haciendas terminó usándose por correos humanos que iban cantando las noticias de pueblo en pueblo; uno de ellos sería el legendario Francisco el Hombre, fallecido en 1953 pasando el siglo de vida y luego convertido en personaje de Cien años de soledad. Mientras tanto, en la lejana Europa central sucedían dos hechos que harían posible la carrera de los juglares: el vienés Kiril Demian inventaba en 1829 el acordeón diatónico (el de botones) y en 1857 Mathias Hohner fundaba en Wurtemberg la Hohner Musikinstrumente GmbH & Co., casa de instrumentos musicales. Desde las valijas de los marineros, ese invento invadió el Caribe; siglo y medio después, la Hohner destina a Colombia el 80 por ciento de su producción de acordeones.
De los juglares campesinos se pasó a los conjuntos, donde al acordeón europeo se integraba la guacharaca (instrumento indígena de rascado) y para la percusión un tambor pequeño denominado caja (asociado tradicionalmente a la cultura africana). Ya en este momento se han dado a conocer los grandes maestros: Emiliano Zuleta o Lorenzo Morales en Valledupar; Abel Antonio Villa o Pacho Rada en el bajo Magdalena. También aparecieron intérpretes como Guillermo Buitrago, quienes incorporaron la guitarra a los conjuntos y cuyas grabaciones serían los primeros vallenatos en escucharse en el centro del país. De la mano del fenómeno, Rafael Escalona se convirtió en el más reconocido de los compositores. Así acaba la primera mitad del siglo XX.
En los años 60 el vallenato invadió el gusto de la elite costeña, se tomó los medios masivos, la radio, las tornamesas, hasta la política y de ahí se proyectó el consenso de que éste era un género identitario. El Festival Vallenato fue creado en 1968 y posteriormente aparecieron otros eventos similares en toda la región Caribe, donde se disputan honores los acordeoneros noveles que mejor ejecutan los cinco aires musicales del vallenato: paseo, merengue, son, puya y tambora (este último hasta hace poco en extinción y recientemente recuperado).
En el festival de Valledupar, por supuesto, brillan los intérpretes más destacados al coronarse cada año con el título de «Rey Vallenato». Alfredo Gutiérrez tiene el registro de haberlo sido tres veces y desde 1987 se corona cada diez años al «Rey de Reyes»: Colacho Mendoza, «El Cocha» Molina y Hugo Carlos Granados lo han sido en ese orden. Otros ganadores reconocidos internacionalmente han sido Calixto Ochoa (junto con Alfredo Gutiérrez, parte de Los Corraleros de Majagual), Egidio Cuadrado (luego en la banda de Carlos Vives) u Omar Geles (autor de «Los caminos de la vida» que luego recorrió Vicentico). Con los años han ido apareciendo subcategorías como Rey Aficionado, Juvenil, Infantil, Canción Inédita y compretencia de Piqueria (copla o repentismo).
Y no podía faltar Alejo Durán (1919-1989), el primer Rey y el que es considerado el músico vallenato más importante de la historia. En las imágenes interpreta unos versos de Juan Polo Valencia: «Como Dios en la tierra no tiene amigos, como no tiene amigos anda en el aire».
La importancia del Festival es innegable y se ve reflejada en la amplia cobertura que le dan medios de comunicación, instituciones estatales, discográficas y empresas promotoras (este año hasta Google lo festejó en su buscador para Colombia). Entre sesenta y setenta acordeoneros suelen postularse en cada categoría, uniéndose a las 262 canciones inéditas que se inscribieron este año. Con esos pergaminos, el pasado martes arrancó la edición 2011 con discurso del Presidente de la República, Himno Nacional tocado con acordeones y la Danza del Pilón (baile folclórico que imita los oficios campesinos que nos devuelven a donde empezó esta historia).
Y en medio de la fiesta, la polémica no se hace esperar. Controversias recientes por la exigencia de hacer públicas las actuaciones del comité organizador, conflictos en un evento organizado por instancias privadas con recursos públicos, eventuales presiones en el pasado para la elección de ganadores, discusiones permanentes sobre el rumbo tomado por el vallenato ante los desafíos de la industria musical. Al fin se trata de un Festival que se considera patrimonio del país, un país que oscila dramáticamente entre disputas e ilusiones. Ya lo decía la primera canción inédita ganadora: «Vivimos siempre entre pleito y querella, y hasta el folclor ya no encaja ni entona», y eso lo escribió Gustavo Gutiérrez en 1969…