Y sin embargo, se escucha ¡No nos rendimos!

Editorial publicado en RBMA Radio Panamérika el 9 de noviembre de 2016, a propósito de la elección presidencial de Estados Unidos.

No ha sido un año fácil para reaccionar ante las incomprensibles señales que nos da la política mundial. Pero por eso es necesario hacer un llamado a la esperanza y a continuar con nuestra independencia.

Es verdad, todavía no salimos del estupor. El lado más reaccionario y violento del establecimiento se despierta hoy rabioso, populista y visceral. Para lograr sus más recientes triunfos se ha disfrazado de perseguido, antisistema, antiélite o antipolítica, frustrando a quienes en sus países querían superar las fronteras, la discriminación, el estancamiento político o el conflicto. Pasó con el Brexit británico, la absurdamente cíclica elección parlamentaria de España, el doblemoralista juicio brasileño, el ambiguo No colombiano, el interminable desastre venezolano y ahora –llevándose por encima a medio mundo y especialmente a México– acaba de pasar en Estados Unidos.

Nos dicen –con la frívola jactancia de quien cree que participar en política es como apostar en el hipódromo–  que las urnas o los tribunales han hablado, que no seamos agresivos, que es tiempo de unirnos, que de eso se trata la democracia y que aceptemos sus reglas. Nosotros, para sentirnos más decepcionados todavía, les creemos. Es duro, teníamos el poder decisorio, estábamos llamados a cambiar las cosas, a demostrar que somos protagonistas de la historia. Seguimos el juego y lo perdimos, confiamos nuestra suerte al fetiche electoral con el que hemos simplificado la democracia, ese dios incontrovertible de nuestra modernidad burguesa. Es obvio que nos duela, que tengamos miedo y desilusión.

Pero también de todo esto hay mucho que debemos aprender, recordar y ante todo, seguir haciendo. Sin duda estamos en la era de la amenaza, pero no la de un poder omnipotente sino de simples rezagados que hoy creen estar perdiendo sus privilegios, porque ingenuos, así es como leen a una marea imparable de cambios culturales, políticos y sociales que tarde o temprano relevarán este rancio estado de cosas, adelante hay futuro que también los incluye a ellos. Ante la ilusión, no hay que olvidar que los que van ganando también controlan ese embeleco de “las instituciones políticas” ¿Pero es acaso aquel el único espacio para el cambio? Desde Panamérika nos negamos a creer en eso.

Aquí siempre hablamos de música, de procesos creativos y estéticos, pero dentro de eso que cubrimos también hablamos de lo público y lo social. Porque, amigas y amigos, el arte es una lucha, un reconocimiento y una apuesta: nos sirve para encontrar en el ser humano sus lados más sensibles, diversos, compasivos y éticos. Es allí a diario –y no cada tantos años en un cubículo o delegando a otros a que decidan en nuestro nombre– donde podemos transmitir al mundo otras ciudadanías, otras identidades, otras sociedades, otros tránsitos, otras sexualidades, en fin, otra historia. Esto que cubrimos acá no es una cosa prescindible de la creación humana, es un sueño, sumado a muchos más que esta línea editorial no trabaja, los que llaman al cambio en un barrio, un individuo, una comunidad, una escena o una nación que siempre estará por reconocerse o liberarse.

Sería absurdo desconocer que no estamos en el mejor de los mundos posibles e, incluso, puede que estas crisis persistan en el corto plazo y que la suerte de muchos sea incierta. Pero si habrá zozobra, con más razón es necesario señalar que sigue viva nuestra voz por medio de vehículos mucho más dignos, cotidianos, sensibles y efectivos que ese ocasional fetiche que metemos en una urna. El mensaje no es para Trump, Peña Nieto, Rajoy, Uribe o Maduro, pues el futuro es con nosotros, con nuestra irrenunciable vitalidad.

Y sin embargo, se mueve, cuenta una leyenda que murmuró Galileo cuando el poder lo obligó a retractarse de una tesis científica que hoy es incuestionable. Y sin embargo, se escucha, decimos hoy nosotros de un arte que a pesar de lo que nos haga creer la arrogancia del poderoso, no se rendirá en su misión de hacernos ver al mundo con esperanza e independencia. Y sin embargo, se escucha y se escuchará por generaciones…

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